La historia de Jacob es una historia impresionante. La Biblia nos dice: “Jacob salió de Berseba y se fue a Jarán. Al llegar a cierto lugar, se quedó allí a pasar la noche, porque el sol ya se había puesto. Tomó una de las piedras de aquel lugar y la puso como cabecera, y allí se acostó para dormir” (Gen. 28:10–11 énfasis añadido).
Jacob pensó que había llegado a “cierto lugar,” pero ese lugar estaba lejos de ser “un cierto lugar”, era el lugar escogido por la providencia divina para que Jacob presenciara la gloria de Dios, sería el lugar donde un hombre desterrado llegaría ha convertirse en un heredero. “En lo alto de la escalera, veía al Señor, que le decía: ‘Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac. A ti y a tu descendencia les daré la tierra donde ahora estás acostado. Tu descendencia será como el polvo de la tierra … En ti y en tu simiente serán bendecidas todas las familias de la tierra. Date cuenta de que yo estoy contigo. Yo te protegeré por dondequiera que vayas, y volveré a traerte a esta tierra. No te dejaré ni un momento, hasta que haya hecho lo que te he dicho’” (Gen. 28:12–15).
Cuantas veces hemos llegado a “cierto lugar”, quizás desmoralizados, desanimados, sintiéndonos desamparados y solos. Miramos a nuestro alrededor y no sabemos cómo ni por qué estamos allí. Cuantos viajes rutinarios emprendemos, cuantas idas a “ciertos lugares,” pensando que solamente es un viaje más; a cuantas reuniones atendemos, pensando que es solamente una reunión más; solo para darnos cuenta que todo estaba planeado por la divinidad para un encuentro con una figura extraterrestre; el Hijo de Dios.
Ese “cierto lugar” es precisamente el lugar donde el cielo y la tierra se interceptan; ese “cierto lugar” es el epicentro de la base de una escalera, donde los ángeles de Dios van a ministrarte en una manera especial. Es allí donde vas a recibir la mayor bendición de tu vida. Es entonces ese lugar deja de ser “un cierto lugar” y se transforma en “un gran lugar” porque allí está Dios, aprendes a escucharle, a confiarle y te haces recipiente de sus grandes promesas para tu vida.
Recuerdo que en cierta ocasión llegué a una iglesia de donde quería irme a los pocos años de haber llegado. Oré, agonicé, rogué al cielo por un cambio porque pensé que solo era un “cierto lugar”; pero fue allí donde vi la gloria de Dios y de un desterrado pasé a ser un heredero. Esa congregación llegó a convertirse en un grupo de personas a las cuales llegué a amar y quienes hicieron ese lugar un “gran lugar” para mi vida y para mi familia.
Posiblemente donde hoy estás, no es simplemente "un cierto lugar” es el lugar donde Dios te ha estado esperando para cambiar tu carácter, tu futuro y tu destino.